Pintoresco, como todo en este régimen de Colombia, ha sido la propuesta de Juan Manuel Santos para aprobar o no los mal llamados acuerdos de paz con los terroristas de las FARC, diálogos que se llevan hace casi tres años en La Habana. El Gobierno sigue haciendo el papel de consueta del show de las FARC, quienes buscan como único fin, impunidad absoluta y la llegada al poder para establecer el fracasado Socialismo Castro-Chavista del Siglo XXI.
Suena
además gracioso que quieran llamarlo "congresito", utilizando el
mismo modus operandi del Ministro de
Defensa cuando dice que hay que desescalar el lenguaje contra los terroristas y
grupos armados ilegales. Ministro que se muestra en el Congreso de Colombia
como un bravucón, grosero e irrespetuoso además de manoteador, tratando de
intimidar la oposición democrática, y en contraste se mantiene sumiso y
complaciente con los narcoterroristas de las FARC.
Ese
diminutivo gracioso de “congresito”, lo que realmente pretende es castrar la
democracia colombiana.
El
congreso elegido en marzo de 2014, contó con el apoyo de millones de
colombianos que salieron a votar para escoger a líderes que los representara en
la rama legislativa. Aunque existieron cientos de problemas, fraudes, compra de
votos, intimidación a candidatos, entre otros, al Congreso se le reconoce su
legalidad y trabajo para legislar sobre los destinos del país.
Las cosas hay que
llamarlas por su nombre: Las FARC son terroristas, no senadorcitos; son
reclutadores de menores, no legisladorcitos democráticos; son narcotraficantes,
no defensorcitos de los derechos de los colombianos. Ya es suficiente tener
algunos políticos que en el Congreso legislan y debaten a favor de las FARC, como
para tener que recibir los cabecillas para que legislen sobre el futuro de
nuestro país.
Los
colombianos no podemos aceptar las propuestas equivocadas e improvisadas del Gobierno
de Santos. Este ha sido un régimen que con el pretexto de las negociaciones con
terroristas en Cuba, ha pisoteado la Constitución Política de nuestra Nación.
Las FARC deben pagar cárcel, aceptar sus culpas de todos los delitos atroces
que han cometido y reparar sus víctimas. El premio no puede ser un “congresito”
o una comisión en el Congreso actual; esto, es un mal ejemplo para quienes
hacemos política de manera legal y decente y un pésimo precedente para las
futuras generaciones.
Colombia
requiere un verdadero Presidente que sea comandante en jefe de nuestras Fuerzas
Militares y líder de todos los colombianos, no un “presidentico mentirosito”
complaciente con los terroristas de las FARC.